Nacido en las Galias, en la localidad de Narbona, y según san Ambrosio, criado en Milán, era centurión de la primera cohorte en los tiempos del emperador Diocleciano. Denunciado porque exhortó a sus amigos Marcos y Marcelino a permanecer firmes en su fe, por orden de Diocleciano fue atado a un poste en el centro del campo de Marte, y sirvió de diana viva a los arqueros que lo asaetearon. Pero no murió por ello. La viuda Irene, que quería levantar su cuerpo para darle sepultura, advirtió que aún respiraba, vendó sus heridas y le salvó la vida. Después de su curación reapareció ante Diocleciano para reprocharle su crueldad ante los cristianos. Entonces fue flagelado, se le dio muerte a palos en el circo y su cadáver fue arrojado a la cloaca Máxima.
San Sebastián se aparece a santa Lucila mientras duerme para revelarle el sitio donde se encuentran sus restos, y le pide que le dé sepultura en las catacumbas.
PATRONAZGOS
Las flechas, que habían sido el instrumento del suplicio y se convirtieron en su atributo, le valieron el patronazgo de numerosas corporaciones: arqueros y ballesteros; el de los tapiceros, porque las flechas que lo erizaban parecían gruesas agujas de tapicería; de los vendedores de hierro, porque las puntas de flecha eran de hierro.
Pero su inmensa popularidad en la Edad Media deriva, esencialmente, del poder antipestoso que se le atribuía, en una época en que las epidemias de peste diezmaban a la humanidad. Se dan dos explicaciones para justificar este patronazgo contra la peste. La primera es que, según una antigua creencia, el pueblo se representaba la peste como una lluvia de flechas lanzadas por un dios irritado. En la Iliada, Apolo lanza las flechas de la plaga. Otra explicación, la de los bolandistas, atribuye el patronazgo al éxito de su intervención, mencionada por Pablo diácono, durante la peste que devastó Roma en el año 680. En cualquier caso, fue a partir de entonces que san Sebastián fue considerado patrón de los apestados.
ICONOGRAFÍA
Su iconografía es extremadamente rica por varias razones. Durante la Edad Media, el miedo a la peste y la devoción de las cofradías de arqueros multiplicaron sus imágenes. El Renacimiento lo adoptó porque su martirio era un cómodo pretexto para glorificar la belleza del cuerpo desnudo.
Según predominara uno y otro designio, se lo ha representado de muy diferente manera: ya viejo y barbudo, ya con los rasgos de un efebo imberbe, a veces vestido, y otras desnudo. El tipo anciano y barbudo prevaleció hasta el siglo XV, y está justificado por la leyenda que hizo de san Sebastián un capitán de la guardia del emperador. A partir del siglo XV se impuso el tipo juvenil.
La misma evolución se observa en su indumentaria. En sus orígenes aparecía siempre vestido a la manera antigua, según la moda de su época. Ese tipo se implantó en la escuela española, que casi siempre representa a san Sebastián vestido. Pero en vez de atribuirle un traje militar o una armadura, los pintores lo vistieron de doncel equipado para la caza, con un arco y flechas en la mano. El Renacimiento italiano rompe con esta tradición y difunde el tipo pagano del Apolo desnudo. El arte de los países nórdicos se adhirió tímidamente a esa línea.
El santo está casi siempre de pie, atado a un árbol, a un poste o a una columna.
A partir del siglo XV, el atributo casi constante de san Sebastián es una gavilla de flechas. A diferencia de otros santos, casi nunca tiene los instrumentos de su martirio en la mano, al menos cuando está desnudo. Por una excepción infrecuente en la iconografía cristiana, que se explica por su carácter de intercesor contra la peste, que pretendía traducirse visualmente de una manera impresionante, está representado en el momento del suplicio, atado y atravesado por las flechas.
Las escenas más frecuentes son san Sebastián derribando los ídolos, exhortando a sus amigos Marcos y Marcelino, asaeteado, curado por Irene y arrojado a la cloaca Máxima.