Catedral de La Habana, CubaErigida en la antigua iglesia de la Compañía de Jesús en 1789, es el más relevante ejemplo del estilo barroco en la arquitectura colonial cubana.

En 1789, cuando la Corona decidió la división de la hasta entonces única diócesis de Cuba y la creación del obispado de La Habana, se proyectó ampliar la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje -o construir en el sitio que ocupaba un nuevo templo- que sirviera de sede al recién instituido obispado. Sin embargo, las circunstancias determinaron que se utilizara para esos fines la antigua iglesia de la Compañía de Jesús, que, luego de la expulsión de la Compañía de Jesús, servía como Parroquial Mayor de la ciudad.

La construcción comenzó en 1727, en la zona conocida entonces como la Ciénaga, con puertas orientadas provisionalmente hacia el sur, hasta que pudiera obtenerse más terreno para su ampliación. El edificio no estaba realmente terminado, y el traslado no se efectuó hasta 1777. En 1789 se convirtió en Catedral, y se le realizaron algunas mejoras constructivas, propuestas inicialmente por el jefe del Cuerpo de Ingenieros Joaquín de Casaviella.

Por comisión de Espada, el artista italiano Giuseppe Perovani comenzó a trabajar en tres frescos para el altar mayor, llamados La Potestad de las Llaves, La Última Cena y La Ascensión de la Virgen, pero no pudo culminar la obra debido a un accidente durante su ejecución, por lo cual Espada empleó al pintor francés Jean Baptiste Vermay, quien les dio fin hacia 1806.

La planta de la Catedral forma un rectángulo de 34 metros de ancho por 35 metros de largo, dividido en tres naves y ocho capillas laterales, la más antigua de las cuales es la de Nuestra Señora de Loreto, consagrada por el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz y de Lora en 1755. En su interior, según costumbre de la época, se realizaban enterramientos hasta que, por gestiones del obispo Espada, se creó en 1804, el primer cementerio público de la ciudad, que llevó su nombre.

En la Catedral habanera descansaron, desde 1796 y durante un siglo, los supuestos restos de Cristóbal Colón, cuyo traslado a La Habana fue consecuencia de la cesión por España a Francia, en 1795, de la parte que le quedaba de la isla La Española, como resultado de la Paz de Basilea. Nunca ha podido establecerse con exactitud la identidad del cadáver enterrado en la Catedral, pero resultó fastuoso el recibimiento del arca funeraria de plomo dorada, entregada al capitán general Luis de las Casas y Aragorri y recibida en la Catedral por el obispo Trespalacios. El 12 de diciembre de 1898, en vísperas del cese de la soberanía española sobre la Isla, los restos fueron llevados a España.

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